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Elogio del bricoleurship

Desde hace tiempo pienso que la innovación implica la adopción y el desarrollo de nuevos conocimientos y herramientas que permitan cambiar o cuestionar los marcos preestablecidos, ya sean éstos culturales, sociales, políticos o económicos. En este sentido es lógico que -en un contexto donde se exige una constante innovación- se requiera de ciertas aproximaciones y metodologías que permitan formar y dotar a las personas de una serie de habilidades creativas para abordar la complejidad que nos rodea.

Bajo esta complejidad creciente quizá es lógico que debamos confrontarnos a determinadas contradicciones donde la lógica y el modus operandi lineal no sean totalmente eficientes. Por ello, es lógico que determinados modos de pensar -más creativos, no lineales e iterativos- como el Design Thinking se hayan convertido en omnipresentes y, además, sean reivindicados en contextos como la empresa o la educación.

Si el mundo es más complejo y se nos plantean constantes retos que nos hacen cuestionar lo preestablecido, parece lógico que se requieran unas capacidades y herramientas diferentes. Si no estamos de acuerdo con aquello que existe y las circunstancias que nos rodean, es lógico que exista un problema y por tanto una oportunidad. ¿Estamos ante una contradicción? o ¿Será que son dos caras de la misma moneda? Podemos llamarlo contradicciones, pero yo prefiero denominarlo: tensiones creativas.

Tensiones creativas e innovación

Se trata de un tipo de situación que se desarrolla cuando no estamos satisfechos con la solución actual, cuando existe un problema y debemos solucionarlo, pero no está claro cómo hacerlo ni con qué recursos realizarlo. Es la palanca que hacer estallar la chispa para generar una solución mediante nuestro ingenio y proceso creativo, donde se conjugan elementos fisiológicos y psicológicos, estableciendo conexiones que permiten ampliar y cambiar nuestro punto de vista y análisis, establecer relaciones y conexiones novedosas con el entorno, con los recursos existentes, y con las propias habilidades. Un modo de actuar que siempre ha existido en los humanos y que nos ha permitido adaptarnos y sobrevivir.

Cuando existe una tensión creativa es fundamental saber identificarla y percibirla como una palanca, como un reto creativo que nos permite aplicar nuestras habilidades e ingenio. Además de esta aproximación, es necesario disponer de ciertas habilidades creativas, intelectuales y técnicas para poder aprovechar esta oportunidad de solucionar el problema. A la vez que, para hacerlo posible, será condición sine qua non la capacidad de saber salir de nuestra zona de confort para poder desplazarnos hacia nuestro objetivo. Por tanto, la educación de cualquier profesional debería aportarle estas habilidades, capacidades y actitud para facilitar los retos que plantean las tensiones creativas.

Por ello, creo que la base para abordar las tensiones creativas y la consecuente innovación debería concretarse en la necesidad de cambiar nuestras mentalidades, nuestro modus operandi. Hay que partir de la idea de que la clave para la innovación no está solamente en el uso correcto o incorrecto, ni en la imposición de determinadas herramientas o conocimientos específicos como puedan ser el Design Thinking, sino en la capacidad de adquirir una mentalidad y actitud adecuada, un determinado “mindset”. Es decir, una forma de ser, estar y actuar donde la inspiración por crear y aplicar ideas y herramientas alternativas, junto a la capacidad para ver las situaciones o contextos desde una nueva perspectiva, sean la base sobre la cual crear valor.

No podemos olvidar que la innovación, la resolución de nuevos retos, frecuentemente, presupone cuestionarse el marco preestablecido planteando nuevas formas, entornos de estimulación y “mentalidades” facilitadoras y transformativas como la que desarrolla el profesional que yo denomino como el bricoleur.

¿El modus operandi del bricoleurship?

Desde mi punto de vista, hoy, más que nunca, es necesario que la educación de cualquier profesional contemple y aporte las habilidades y capacidades para adoptar un nuevo rol, el del bricoleur. Esto requiere educar con metodologías que les faciliten la adopción de una actitud y la capacidad de adaptarse a múltiples y diversos retos, siempre desde una aproximación distinta y sin ideas prestablecidas, ni herramientas predeterminadas. Una aproximación que se debe basar en la necesidad de formar a profesionales más allá de los procesos de generación de valor abordados desde la especialización y el conocimiento especializado fragmentado.

A diferencia del especialista, las herramientas del bricoleur son concebidas, desarrolladas y adquiridas junto al propósito del mismo reto. Trabaja con “lo que está a mano” y también sabe “pensar con las manos”. Su surtido de herramientas es limitado pero sus combinaciones son infinitas, pues su aproximación heterogénea a cada situación le permite renovar o enriquecerse con los resultados y las experiencias obtenidas durante el proceso. Sus recursos son infinitos; no tienen un único uso predeterminado, sino que cada nueva situación es una oportunidad para reconsiderar el conjunto de recursos que permiten crear valor y su combinación: crea a partir de combinar lo existente, pero de forma diferente.

Para explorar este cambio, desde mi experiencia profesional sintetizaría aquello que caracteriza la mentalidad transformativa del bricoleur en unos principios fundamentales:

  • Todo conocimiento es relevante en función del contexto y tiene la misma dignidad
  • Todas las herramientas aportan valor según su adecuación y aplicación
  • Toda situación implica una aproximación heterogénea y creativa
  • Toda contradicción conlleva una oportunidad para el ingenio y la creación de valor

Se trata de un “conocimiento científico” que tiene la capacidad de ser transformativo y que permite ser formulado más allá de los términos de un proyecto típico con su set de herramientas específicas y predeterminadas. Por tanto, no es tan importante facilitar el toolkit sino la actitud y las capacidades adecuadas -un determinado mindset.

¿Por qué actuar como un bricoleur?

Porque cuando miro hacia atrás y analizo muchos de los proyectos de diseño e innovación en los que he podido colaborar, me doy cuenta de que éste se ha caracterizado por la búsqueda constante de conocimientos, herramientas y aproximaciones para crear valor, junto al objetivo de cambiar un tipo de situación que parece una contradicción, es decir, desde una tensión creativa. Una tensión que ha requerido la combinación, por un lado, de los conocimientos y las herramientas del antropólogo, quien intenta comprender cualquier realidad, junto, `por otro lado, a los conocimientos y herramientas del diseñador, quien intenta transformar y crear una nueva realidad (ya sea ésta un producto, un espacio o un servicio), combinándose con la actitud de constantemente querer salir de la zona de confort. Es lo que yo defino como la mentalidad y actitud del bricoleurship. Un concepto que se basa en el concepto establecido por el antropólogo Lévi-Strauss (1967), quien identificó los comportamientos del bricoleur basados en trabajar con lo que está a mano para convertirlo en oportunidades: abordando las limitaciones establecidas, utilizando los recursos disponibles, buscando activamente soluciones y actuando creativamente para solucionar el problema. Una actitud clave para innovar.

Este post fue publicado originalmente en febrero 2012 en http://joanvinyets.net y posteriormente, revisado y actualizado, fue publicado en febrero 2018 enTDA http://www.teachingdesigners.org/educacion-innovacion-y-modus-operandi/

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